A raíz de una serie de factores que incluyen la crisis económica del país trasandino, la conformación del Estado Nacional argentino, la implementación de la moneda nacional, y la llegada del ferrocarril generaron un proceso no traumático, pero si indeclinable de caída de la producción ganadera local. (Collado, 2006)
Esta generación de ganaderos criollos había logrado una acumulación de capital que les permitió generar una reconversión hacia la producción vitivinícola, la cual se encontraba en alza debido al crecimiento de consumo interno y la incipiente demanda externa.
En este contexto se da inicio a un nuevo período denominado según Girini (2005) la Revolución Vitivinícola (1885-1910). El nuevo desarrollo de producción se caracterizó por la inversión en pos de reconvertir la fase artesanal en una etapa de industrialización. De esta manera, la vitivinicultura como modelo de desarrollo endógeno se contrapone al modelo de desarrollo a nivel nacional. En este sentido, será destacada la intervención de los sectores de concentración política y económica encumbrados en las instituciones de gobierno.
En palabras de A. Rofman y L. Romero (1973: 29) se manifiesta claramente “…el rol del Estado, como agente decisional, asumiendo un doble papel, definido por su posición en la estructura de poder dominante y en su acción como aparato burocrático que toma decisiones compatibles con los objetivos de sostén del sistema vigente.”
La industrialización se caracterizó por el ingreso de maquinarias, el establecimiento de instituciones científico educativas, la llegada de inmigrantes especializados en la producción de vid, y la inversión del antes sector ganadero sostenido por la constitución del sistema financiero local.
Así también, fue durante estos años que la producción se extendió hacia el este y sur de la provincia, abarcando respectivamente los oasis de los ríos Tunuyán (actuales departamentos de San Martín, Rivadavia y Junín) y los ríos Diamante y Atuel (departamento de San Rafael). Así mismo, cabe destacar el desarrollo de conocimiento científico que comienza a darse en el plano de infraestructura hídrica (desarrollo de redes caracterizadas por la inclusión de acequias) y procesos climáticos, entre estos últimos respecto a las heladas y el granizo.
Más allá de sufrir una crisis durante la década del 1930, con el afianzamiento del Estado de Bienestar la producción de vino corre con la ventaja de transformarse en la insignia de las bebidas de mesa en los hogares argentinos. Es recién en 1970 que sufre una nueva transformación a raíz de una etapa de crisis hasta ese momento inédita. Con la introducción de políticas neoliberales durante la mitad de dicha década se da comienzo a un proceso de desregulación y caída de inversiones por parte de los Estados provincial y nacional. A esto además se suma, a partir de la apertura del mercado internacional la introducción de bebidas dulces gasificadas y cervezas en el consumo diario en la mesa de los argentinos. Como consecuencia de la caída del consumo, la crisis económica producida por la última dictadura cívico-militar y el proceso hiperinflacionario de finales de la década de 1980 y la profundización de políticas neoliberales en los años posteriores que se produce una retracción en la superficie sembrada, generando el cierre de numerosas bodegas, tanto de producción a granel como familiares.
Sin embargo, a “… finales del siglo pasado se inició un proceso de recuperación del cultivo, que prosigue actualmente con fuerte impulso, y cuyas características son diametralmente opuestas a las vigentes desde la modernización de fines del XIX. Se trata de la reconversión de variedades criollas a finas (que contaron con apoyo estatal) y el desarrollo de nuevas explotaciones vitícolas con exclusivos cepajes de alta calidad enológica…” (Richard-Jorba, 2007: 99), dándose inicio a la etapa denominada signos de una nueva era (Girini, 2005).
Podríamos definir esta etapa de transformación como un claro ejemplo de reconversión glocal, caracterizado por la valoración de atributos locales de la producción vitivinícola mendocina redefinidos para lograr su introducción en el actual mercado global.
Cabe finalmente destacar la importancia que ha generado en esta etapa la apertura de numerosas bodegas de vino al turismo promoviéndose una nueva actividad de alcance nacional y con una proyección que “… plantean la necesidad de estudios periódicos de diagnóstico y de actualización de la información, que sirvan como base para la generación planes, programas y proyectos que contribuyan a potenciarlo…” (Observatorio Vitivinícola Argentino, 2007: 2).
Bibliografía:
Moretti-Baldín, G. (2008) “Historia, historiografía y gestión cultural del patrimonio vitivinícola de Mendoza, Argentina”, Apuntes. Revista De Estudios Sobre Patrimonio Cultural, 21(1). Recuperado a partir de https://revistas.javeriana.edu.co/index.php/revApuntesArq/article/view/8969