No obstante, el sistema de producción alimentaria avanzó durante la segunda mitad del siglo XX hacia un sistema de concentración de la tierra y alta tecnificación. El principal argumento de los procesos conocidos como primera y segunda Revolución Verde estuvo vinculado con la idea de que el aumento en la producción alimentaria era la única vía para solucionar los problemas de hambre en el mundo. La forma de lograr el crecimiento de la producción fue a través de innovaciones tecnológicas en maquinaria agrícola y métodos de siembra, y la incorporación de biotecnología como semillas modificadas genéticamente junto con el uso intensivo de fertilizantes, plaguicidas y herbicidas. Bajo este paradigma, a partir de la década de 1970, la producción mundial de alimentos ha crecido enormemente. Sin embargo, persiste el problema de su distribución y parte importante de la población mundial sigue atada a un acceso alimentario deficiente. La seguridad de disponer de los recursos necesarios para producir alimentos y acceder a ellos de manera soberana, son temas cruciales en los países donde grandes cantidades de población viven en situación de pobreza con el riesgo de que se produzcan hambrunas. Gabriel Álvarez (2017) señala que en el aumento del hambre en los últimos años del siglo XX, fue central el “giro neoliberal” de los gobiernos de muchos países y el aumento de los precios internacionales de los alimentos. En definitiva, el problema del hambre se relaciona con la distribución desigual de los alimentos y su correlato de pobreza y exclusión social.
Hasta ahora los sistemas alimentarios industriales más bien han agravado esta desigualdad en lugar de resolverla. Es en este marco en que se produjo un ascenso de múltiples luchas sociales que, como considera Álvarez (2017), permitieron llevar la demanda del derecho a la alimentación como un derecho humano a las agendas de las relaciones internacionales y hacía algunos de sus organismos más representativos, como la FAO.
En este contexto cobra fuerza el concepto de seguridad alimentaria propuesto por la FAO después de la Segunda Guerra Mundial, el cuál orientó gran parte de las políticas públicas que regulan el sistema alimentario. La FAO (2013:4) define seguridad alimentaria como “el acceso físico y económico a suficientes alimentos, inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana”. Esta definición incluye “la disponibilidad de alimentos, el acceso a los alimentos, la utilización biológica de los alimentos y la estabilidad de los otros tres elementos a lo largo del tiempo”. Esta definición centra su preocupación en la cuestión del hambre, y por ello se diferencia del concepto de de soberanía alimentaria que incorpora la necesidad de considerar los saberes y culturas de los distintos pueblos del mundo para decidir su propio sistema alimentario. Según Eduardo Sevilla Guzmán (2006:16), la soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a definir su propia política agrícola y alimentaría. “Requiere la existencia de una producción alimentaría sana, de buena calidad y culturalmente apropiada, para el mercado interior; lo que implica mantener la capacidad de producción alimentaria, en base a un sistema de producción campesina diversificada (biodiversidad, capacidad productiva de las tierras, valor cultural, preservación de los recursos naturales) para garantizar la independencia y la soberanía de las poblaciones”. Como señala Álvarez (2017) el concepto de soberanía alimentaria ha cobrado fuerza durante la última década a partir del impulso de numerosas organizaciones de la sociedad civil e interpela al Estado y a los organismos supranacionales como la FAO hacia la adopción de posturas claras en defensa del derecho a la alimentación para todas las personas.
A partir del concepto de soberanía alimentaria es posible analizar de qué manera el sistema alimentario industrial no solo ha fracasado en garantizarles a todas las personas una alimentación segura, sino también cómo ha avanzado sobre la biodiversidad, la cultura y el ambiente. Comparando los conceptos que nos permiten analizar la producción alimentaria desde la perspectiva de la seguridad alimentaria, se espera que el Estado intervenga en el mercado y tenga un rol central en garantizar la distribución de alimentos suficientes para la población de cada país. Desde la perspectiva de la soberanía alimentaria, por otra parte, se entiende que es necesaria una transformación estructural de la producción alimentaria dominante para garantizar el acceso a la alimentación bajo otras reglas económicas y comerciales que permitan el protagonismo de agricultores, campesinos y las comunidades locales.
Bibliografía (los textos citados están disponibles para su descarga y consulta)
Atlas del Agronegocio: Datos y hechos sobre la industria agrícola y de alimentos. 2018